Descripción
El retablo data del s.XVII, de transición al barroco. Consta de banco, cuerpo principal y ático. En la predela, tanto las bases de las columnas como los paños, presentan una decoración esgrafiada. En el centro de la predela se encuentra el cuerpo del sagrario, formado por cuatro columnitas con fuste serpenteante y capiteles corintios a juego con el resto del retablo. La puerta es la mitad de un gran arco con dintel rebajado y lleva un alto relieve, de cuidada factura, que representa a Jesús resucitado en actitud bendicente, portando un estandarte en la mano izquierda.
A los dos lados del cuerpo del sagrario hay dos hornacinas con sendas imágenes de gran belleza: San Roque y San Antonio de Padua.
En el cuerpo principal, en primer lugar, destaca la gran imagen sedente del patrono de la Iglesia, San Pedro Apóstol, enmarcado por una hornacina de arco de medio punto, con dos enjutas con grandes hojas. La imagen es una talla en madera policromada y conserva los colores originales.
A ambos lados, dos hornacinas más pequeñas que cobijan sendas tallas de apóstoles, que podrían ser San Pablo y Santiago, si bien les falta su atributo.
Las tres calles de las que consta el retablo están separadas por columnas de capitel corintio y fuste serpenteante. El remate consta de un calvario completo en el centro y dos laterales recortados por los dos arcos convergentes en la cumbre.
A la izquierda, talla de San José dando la mano al Niño. A la derecha, talla de San Miguel, blandiendo la espada contra el demonio a sus pies.
Estado de conservación
La mazonería estaba completamente cubierta por un grueso estrato de purpurina, habiendo sido respetadas en principio, las tallas que, sin embargo, estaban cubiertas de polvo y de un velo oscuro de barnices oxidados. Además de un gran estrato de suciedad acumulada en las repisas encontramos gran cantidad de telarañas, e incluso restos de esqueletos de pequeños animales.
En conjunto, el retablo presentaba un buen estado de conservación, reduciéndose el ataque de xilófagos a zonas muy concretas. En general, se encontraba más dañado en la zona izquierda, coincidiendo con la pared norte de la iglesia. Algunas molduras se encontraban sueltas o con peligro de desprenderse.
Además, se encontraron grietas originadas por los movimientos de asentamiento del retablo y algunas pérdidas volumétricas, siendo la más llamativa e inexplicable la eliminación de los anillos de las bases de las dos columnas centrales, que después fueron cubiertas por una masa blanca muy dura y de difícil eliminación y cubierta de purpurina.
Las lagunas en la policromía, sin embargo, no eran muy relevantes. En general, la superficie pictórica se encontraba en un buen estado de adhesión al soporte, si bien encontramos algunas zonas con pérdida total o parcial.
Nuestra intervención
- En una primera fase se eliminó el grueso estrato de suciedad acumulada y todos los elementos ajenos a la obra, clavos, cables, argollas etc.., y se comprobó que el estado de solidez del retablo era en general aceptable, sin problemas de estructura.
- Se trataron las maderas debilitadas, consolidando la materia leñosa. Revisión de los anclajes al muro.
- Encolado de piezas sueltas y refuerzo de las que se encontraban en peligro de desprenderse.
- Sentado de color. Las lagunas y los levantamientos de la policromía se aplacaron mediante el uso de adhesivos.
- Análisis físico-químicos para determinar la composición de los diferentes estratos de purpurina que cubrían el oro original, para que, junto con el test de Masscheleim-Kleiner, pudiéramos determinar los disolventes más adecuados para realizar el siguiente proceso.
- Eliminación de estratos de purpurina, descubriendo un oro de gran calidad y en general, muy bien conservado.
- Eliminación del grueso estrato de barniz oscurecido que cubría las imágenes.
- Retirada de los añadidos posteriores.
- Reconstrucción de los volúmenes cuya falta impedía una correcta lectura de la obra.
- El conjunto se protegió con barnices específicos, diferenciando entre las diferentes policromías.