Descripción
La imagen de la Virgen de la Soledad fue donada por el propio autor al Obispo de Bilbao. Estuvo desaparecida hasta 1995, cuando se encontró en las dependencias del antiguo seminario de Bilbao. Fue llevada al Museo, sito entonces en Derio, y una vez allí se montó, limpió y barnizó para su exposición. Desde entonces se expone en la sala de contemporáneo del Museo Diocesano de Arte Sacro de Bilbao.
Se trata de una obra de uno de los más importantes escultores gallegos del siglo XX, cuya firma y fecha de ejecución de la obra aparecen grabadas en la parte inferior derecha de la peana. Con esta imagen de la Virgen de la Soledad el autor se presentó – fuera de concurso – en la Exposición Nacional de 1932, con el poético título Nai de Door (Madre del Dolor).
Muestra una estética expresionista, con aires primitivistas, acentuados por unas buscadas huellas de herramienta. Su rostro es de dolor, pero sereno, transmitiendo sufrimiento y a la vez sosiego. El atuendo nos remite a la cultura popular gallega, con detalles ornamentales labrados y decorados con elementos metálicos de hierro y latón. Robusta y solemne se asienta sobre un tronco enredado con espinos. En su reverso, en la zona inferior, se encuentra la leyenda del INRI en latín, griego y hebreo.
Talla en madera, de bulto redondo y ahuecada en su interior, consta de dos piezas superpuestas, unidas por la cintura. Al tallar la madera, el artista deja una buscada huella de las herramientas, gubias y formones, tanto en el interior como en el exterior.
La madera, en el exterior, muestra un aspecto peculiar, con el poro muy abierto, como si hubiera sido tratada con algún método abrasivo. Este efecto también está buscado.
Los motivos decorativos de sus vestiduras, geométricos y vegetales, están labrados por toda la superficie de la obra, tanto en el manto de fondo azul, como en la túnica de fondo rosado.
Los colores son aplicados sin preparación, directamente sobre la madera, a base de carmín, cobalto, prusia, esmeralda, cinabrio, blanco y negro humo.
Una curiosidad de la obra está en el tocado, donde se puede observar un Calvario labrado y policromado, la figura de Cristo crucificado en el centro y los ladrones en los laterales.
Otra técnica que utiliza este escultor es la de aplicar elementos metálicos en sus obras. Todo el recorrido de la greca que decora tanto el manto, en su zona superior, como el tocado, presenta clavos, que ayudan a destacar el dibujo. Los clavos utilizados en el manto son de hierro, plateados y los que utiliza para el tocado son de latón, dorados.
El bloque está dividido en dos partes que facilitan el trabajo sobre la obra, dadas las grandes dimensiones. A la altura de la cintura, por el interior, encontramos también pletinas de latón con tirafondos que unen las dos piezas.
Estado de conservación
Se observan algunos daños, perforaciones realizadas por el mismo autor al vaciar la imagen, tapadas con retales de tela de algodón a modo de parches rellenados con mortero, y grietas de movimiento del soporte lígneo. En algunas zonas concretas encontramos pérdidas de materia, sobre todo en la zona del acoplamiento de la cintura. Las grietas producidas por el movimiento natural de la madera, han sido rellenadas por el propio artista y, con el paso del tiempo, este material de relleno se ha ido degradando y desprendiendo.
Zonas muy localizadas, por ejemplo, el codo izquierdo, han sufrido ataque de insectos xilófagos, dejando el orificio de salida.
Los clavos que destacan las grecas de la parte superior del manto, actualmente están oxidados, desvirtuando el objetivo del artista al haber perdido el brillo inicial.
La policromía está cubierta por un estrato de suciedad superficial y una ligera capa protectora, aplicada en la intervención anterior. El estado en general es aceptable, pero existen lagunas con falta de color, ubicadas en torno a algunas grietas y perforaciones causadas en la talla de la madera.
Encontramos numerosas salpicaduras de pintura de diferentes colores, blanco, amarillo e incluso dorado, algunas de ellas pueden ser del propio autor, sin embargo, otras parecen ser consecuencia de obras realizadas en el lugar donde fue almacenada la pieza hasta su recuperación.
Consultando la publicación del “Centenario de Francisco Asorey” Museo do Pobo Galego. Santiago de Compostela. Noviembre-diciembre. 1989. Se puede apreciar, aunque la foto sea en blanco y negro, como los motivos decorativos del manto eran blancos o de un color claro, y lucían con una intensidad muy superior a la de hoy en día. En la actualidad, esos tonos blancos han desaparecido, quedando pequeños restos, posiblemente las condiciones climáticas a las que estuvo expuesta esta obra hayan propiciado esta degradación de los pigmentos.
Nuestra intervención
- Limpieza superficial
Tras las pruebas pertinentes, y según los resultados del test de solubilidad de Paolo Cremonesi, definimos el producto más idóneo para retirar la suciedad adherida a toda la superficie, y a su vez la fina capa de barniz oxidado que presentaba. Elegido por su efectividad, por ser respetuoso con la obra, y por no introducir humedad en un soporte higroscópico. Con este sistema de limpieza se va comprobando el PH del gel a utilizar, comprobando que el resultado se mantenga en el rango de seguridad para no interferir en el PH de la superficie pictórica.
La limpieza ha sido muy suave, ya que la policromía es bastante delicada y se encontraba algo erosionada, transparentando en muchas zonas el soporte de madera. Las salpicaduras de pintura se han eliminado de forma mecánica a punta de bisturí.
- Tratamiento de herrajes
Los herrajes metálicos se sanearon eliminando el óxido de forma mecánica con pequeñas fresas abrasivas. A los elementos de latón, se les aplicó un tratamiento inhibidor de la corrosión, una solución química que crea una capa protectora neutra.
- Reintegración volumétrica
Una vez realizada la limpieza de la obra, se valoró la reconstrucción de volúmenes perdidos y el relleno de grietas. Se optó por reconstruir aquellas zonas cuya pérdida destacara.
- Reintegración cromática
- Protección final